Soy Christian
El 18 de mayo del 2016, mi padre sufrió un masivo derrame cerebral que lo dejó paralizado de la nariz para abajo con la única habilidad remanente de parpadear y mover sus ojos de arriba para abajo. Fue llevado a toda prisa a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de un hospital en San Diego y colocado en un respirador para ayudarlo a respirar. En años recientes, la salud de mi padre de 79 años había estado decayendo con enfermedad cardíaca y otros problemas. A requerimiento de mis tres hermanos y el mío propio, nuestros padres accedieron a mudarse de Corpus Christi, Texas a San Diego para que pudiéramos cuidarlos.
Al día siguiente recibimos del neurólogo el peor de los pronósticos. La condición de nuestro padre, conocida como síndrome de enclaustramiento, continuaría deteriorándolo y moriría. También nos advirtieron que él tenía un 100% de conocimiento de lo que sucedía a su alrededor y que tuviéramos cuidado con lo que decíamos acerca de su condición.
Los doctores y enfermeros de la UCI eran maravillosos y muy profesionales, y rápidamente desarrollaron una forma de comunicarse con mi padre. Un pestañeo para “No” y mantener los ojos cerrados durante cinco segundos para “Sí”. Podíamos “hablar” con mi padre, averiguar si estaba cómodo y, lo más importante, confirmar que él sabía lo que estaba sucediendo.
Mis hermanos y yo nos turnamos para relevar a nuestra madre a quien teníamos que separar por la fuerza de la cama de su esposo por 56 años así podía tomar el descanso que tanto necesitaba.
Nuestra familia tuvo que enfrentar la difícil tarea de discutir las limitadas opciones que tenía mi padre. El neurólogo nos explicó lo siguiente:
- – Si el Sr. Ramírez es mantenido vivo con respiración asistida pronto otros órganos de su cuerpo van a dejar de funcionar. Puede llevar semanas o meses en algunos casos, pero no va a sobrevivir.
Le explicamos al doctor que él no querría vivir en esas condiciones. Mi padre nos había hecho esto bien claro después de sufrir un ataque al corazón hacía varios años.
Empero, el neurólogo nos dijo amablemente:
- – Dado que el Sr. Ramírez puede comunicarse y estoy un ciento por ciento seguro de que entiende todo lo que se le dice, tendrá que tomar la decisión él mismo.
Un escalofrío me recorrió la espina dorsal al pensar que tendríamos que preguntarle a mi padre si quería continuar con los tratamientos de todo tipo y permanecer conectado a las máquinas que lo mantenían vivo, o apagar las máquinas y morir pacíficamente.
Mi madre, dos de mis hermanos y yo seguimos al neurólogo a la habitación de mi padre en la UCI. El doctor le preguntó:
- – Ramírez, ¿entiende lo que le ha pasado?
Mi padre cerró los ojos por cinco segundos.
– Sí.
- – ¿Entiende que lo más probable es que su condición actual no mejore?
Nuevamente mi padre cerró los ojos por cinco segundos.
Mi madre entonces le preguntó:
– Rogelio, ¿quieres permanecer conectado a las máquinas que te ayudan a respirar?
Mi padre la miró directamente a los ojos y rápidamente parpadeó una vez:
– ¡No!
Satisfecho con sus respuestas, el doctor abandonó la habitación. Nosotros hicimos arreglos con las enfermeras para sacar a mi padre del respirador a la mañana siguiente.
No pude dormir esa noche. Di vueltas y más vueltas y finalmente me levanté a las cinco y fui a correr. Solamente podía pensar en la decisión que mi padre había tomado y en que en cuestión de horas él no sería más parte de este mundo. Decidí pasar con él cada minuto que pudiera.
Llegué al hospital alrededor de las 6:15. Una de las enfermeras de la noche le estaba dando a mi padre un baño con una esponja.
– Quiero que luzca lo mejor posible para cuando llegue el resto de su familia.
Pensé que eso era bueno. Mamá entró más tarde a la habitación y nos sentamos con mi padre y le hicimos saber que no estaba solo. Mi mamá no le soltaba la mano.
“¿Va a volver Christian?”
Dos de mis hermanos, Carlos y Roger, llegaron algo más tarde. La misma enfermera nocturna volvió a la habitación de mi padre. Le hice saber que el resto de la familia llegaría pronto. Lo que la enfermera dijo a continuación nos dejó a todos boquiabiertos.
- – ¿Va a volver Christian?
Le espeté,
- – Debe querer decir Christopher, que soy yo.
Me respondió,
- – Él estuvo aquí esta mañana temprano antes de que ninguno de ustedes llegara.”
Le expliqué que yo había sido el primero de la familia en llegar.
Se mantuvo firme,
- – No, no fue usted. Un hombre joven estuvo aquí antes que usted.
Mi madre empalideció y tuvo que sentarse. Pienso que ella fue la primera en darse cuenta de que algo imposible podría haber ocurrido. La enfermera vio su reacción inmediatamente.
- – Oh, ¿es esta persona alguien a quien debemos mantener fuera de la UCI?
Yo estaba temblando en ese momento pero traté de explicarle.
– Mi hijo de once años falleció hace cuatro años de una infección en la sangre. Su nombre era Christian.
La enfermera fue la siguiente persona que se puso pálida y asimismo muy nerviosa. Tartamudeó una pobre explicación.
- – Oh, bueno, todos ustedes se parecen mucho. Debo haber confundido a uno de ustedes con alguien más.
Prácticamente dejó la habitación a la carrera. Aunque estábamos atónitos, ninguno podía hablar acerca de lo que la enfermera acababa de revelarnos. Nos reunimos alrededor de la cama de papá esperando la llegada de otros miembros de la familia. Después de algunos minutos me excusé. Hallé a la enfermera nocturna en su escritorio y le rogué.
- – Por favor, dígame que es lo que vio. De todos los nombres, ¿cómo es que mencionó a Christian?
La enfermera se había calmado un poco y me dijo:
– Yo estaba en la habitación de su padre preparando las cosas para su baño – tal vez una media hora antes de que usted llegara – y cuando miré había un hombre joven parado en la entrada a la habitación. Se parecía mucho a usted, solo que mucho más joven. Le pregunté, “¿Puedo ayudarlo?” Me sonrió y dijo:
– Soy Christian. ¿Está bien si hablo con mi abuelo?
– Yo dije, “Por supuesto”, y él entró a la habitación y se sentó en la silla junto a su padre. Lo besó a su padre en la frente y le estaba hablando al oído cuando salí de la habitación. Cuando volví unos minutos más tarde, Christian se había ido.
Le pregunté a la enfermera,
– ¿Qué edad piensa que tenía Christian? – y ella dijo,
– Diría 16, tal vez 17.
Mi hijo hubiera tenido 15 años.
Saqué de mi billetera una foto de mi sobrino Drew, el miembro más joven de la familia. Él tenía 31 años, aunque parecía mucho más joven.
– ¿Podría haber sido él?
– No, Christian era más joven.
A este punto, la enfermera estaba poniéndose nerviosa nuevamente.
- – Oh, no sé. Debo haber estado en otra habitación y confundí a otro paciente con su padre. Ha sido una mañana ocupada.
Entonces mencionó el video.
- – No tenemos cámaras en las habitaciones de nuestros pacientes pero tenemos una cámara que graba a todos los que entran y salen de la UCI.
La alenté a que continuara.
– Sí…
– Miré el video hace unos minutos. Desde las 5 de la mañana hasta ahora la única gente que entró a la UCI fueron doctores, enfermeras, usted, su mamá y sus hermanos.
– ¿No vio a Christian en el video?
– No… pero esto confirma que tomé a uno de ustedes por su hijo. Lo siento mucho.
Podía ver, por la expresión en su cara, que tenía tantas dudas sobre su explicación como las que tenía yo.
Volví rápidamente a la habitación de mi padre para poder hablar con él antes de que le administraran los medicamentos para el dolor que lo pondrían a dormir y así hacerlo sentir cómodo durante el procedimiento. Éramos diez en total además de mi papá: mi mamá, mis tres hermanos, incluyendo Simion, mis dos cuñadas, Patty y Cendra, el compañero de Roger, Austin, mi sobrino Drew, mi esposa Carmen y yo.
“Papá, ¿te vino a ver Christian esta mañana?”
Le dije a mi papá que lo quería y le hice saber que ya no tenía que preocuparse más por mamá.
– Vamos a cuidarla bien.
También le hice saber que me había enseñado mucho acerca de la vida y que le estaba agradecido por todo lo que había aprendido de él… cómo esperaba ser tan buen padre de mis hijos como él había sido para todos nosotros. Con lágrimas rodando ahora por mis mejillas, tenía que preguntarle. Sabía que si no lo hacía me arrepentiría por el resto de mi vida.
– Papá, ¿te vino a ver Christian esta mañana?
Mi padre clavó su mirada al frente con lágrimas derramándose por su cara y cerró sus ojos por cinco segundos.
– SÍ.
Mi padre falleció pocas horas más tarde rodeado por los miembros de su familia vivos y en espíritu.
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Esta historia está dedicada a la querida memoria de Rogelio y Christian Ramírez.
Gracias mi amigo Sergio Robles por la traduccion de esta historia en Espanol.
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